jueves, 29 de noviembre de 2007

Ya es Navidad en Bogotá

Ya es Navidad en Bogotá. Como en la mayoría de ciudades del mundo, al acercarse diciembre, la capital colombiana se ha engalanado y está mostrando una de sus mejores caras. Realmente el cambio lleva forjándose casi un mes pues aquí se cambió la decoración de Halloween por Navidad, sin tener un "período de descanso".

Pese a que la electricidad aquí es muy cara, en las casas no se escatima en luces de todas las formas y colores y, como no, en los árboles (el de la foto es el de la entrada de mi casa).

Yo, este año no decoraré mi casa, más que nada porque en diciembre voy a estar poco tiempo en Bogotá. El miércoles que viene empieza (si los problemas aéreos no se vuelven a cruzar en mi camino) mi mes viajero. El primer destino es Río de Janeiro. Después de prometerle a Pati durante dos años que iría a verla, estoy ansiosa por pisar Copacabana, Ipanema, el Maracaná y mil sitios más. Además, voy a conseguir ver la única nueva maravilla del mundo que les falta por ver a mis padres.

La siguiente salida de Bogotá será del 21 al 25 y el lugar elegido es la Sierra Nevada del Cocuy. Allí, entre montañas y nieve, acampada en una tienda y con un grupo del que sólo conozco al guía pasaré mi día de Navidad más cerca de las estrellas. Si todo va bien, y si mi soroche (mal de altura) no me deja sin aire antes, el 24 de diciembre subiré a más de 5.000 metros. Creo que va a ser una buena experiencia y, desde que me decidí por este plan, me noto mucho más contenta. Eso sí, la preparación está siendo un poco dura porque prefiero ir machacandome en el gimnasio poco a poco a que me dé algo por allí.

Y, lo último de este mes que está por empezar es ir a Palma. A mi madre, estando en Monterrey con María le prometí que no volvería a pasar un día de Reyes fuera de casa, así que este año me regalo y le regalo mi presencia en casa. Así, los Reyes no tendrán que dejar paquetes vacíos en mi sofá para que no le dé penita ver esa parte del salón vacío...

martes, 27 de noviembre de 2007

Las busetas

Tras una hora de masaje, media de bici y otra de Tai Chi, y mientras se hace la sopita de recuperación, me pongo con un post más relajado y positivo que el anterior. Me han dicho que estaba un poco negativa el sábado y hasta l’avi Lluïsa se ha preocupado preguntando si m’enyor . Así que hoy, teniendo en cuenta que no me ha pasado nada reseñable, voy a hablar de algo típico de esta ciudad y que nos tiene un poco alucinados: las busetas.




Partiendo de que en Palma no suelo usar el transporte público, que en Madrid cogía el metro por comodidad pero que prefería el autobús aunque tardara media hora más, y que en Roma el tram y el bus (siempre gratis) me llevaban de un sitio a otro, aquí se me hace raro desplazarme siempre en taxi. Pero, es que son taaaan baratos. Y, volviendo al tema del que hoy quería hablar, las busetas son como unos entes desconocidos. Sabemos que existen, las vemos constantemente, pero desconocemos por completo su funcionamiento. Pablo me consta que ya las ha probado, pero Lucía y yo en Bogotá no. Ella cogió una en Cartagena y creo que fue una aventura bastante interesante.



Aquí, lo que se ve es que no hay paradas fijas y los buses son cada uno de su padre y de su madre. Es decir, no tienen ni colores corporativos, ni marcas, ni edades. Por lo que nos han contado, son de pequeños propietarios que van a comisión y, por eso, se paran allí donde los solicitan. Por eso, conducir en esta ciudad se convierte en el “más difícil todavía”. Partiendo de que los intermitentes no funcionan a 2600 metros, las busetas realizan sus desvíos para recoger o dejar pasajeros sin avisar, con el consiguiente peligro de chocarte con ellas. Pero, como por arte de magia, no hay accidentes y los coches (carros en estas latitudes) se esquivan como en una pista de feria.



A ver si un día de estos consigo descifrar los carteles que llevan en la parte delantera las busetas y que, se ve, informan sobre su recorrido, y me subo en una de ellas.

Ahora, voy a sacar mi sopita del fuego, a ver un poco la tele y a dormir, que mañana debería trabajar un poco, que hoy me he vuelto a dedicar a “mis labores” en la oficina, entre ellas, hablar 40 minutos con mis padres y casi media hora con Carmen.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Las locuras en Bogotá

Bogotá, pese a que los nativos dicen que es una ciudad moderna y con cosas que hacer, no tiene mucho que ofrecer. Es gris, hostil y rige la ley del más fuerte (principalmente en la lucha tráfico-peatón). Es una ciudad en la que tanto llueve como sale el sol y que, pese a “estar 2600 metros más cerca de las estrellas”, pocas veces se ven.

Es la ciudad de los contrastes. Tanto da estar en una calle llena de edificios modernísimos que, girarse y tener una casita pequeña y bastante cutre. En cuanto a los vehículos que transitan por el asfalto (en algunos casos, casi trincheras), hay una mezcla entre coches de todas las épocas, busetas que sacan humo negro y denso como carritos de caballos que hacen las veces de recogida selectiva. Según lo que leí en el periódico, en Bogotá circulan más de 3000 caballos y asnos, lo que me parece un número desorbitado para una ciudad que presume de ser de las más desarrolladas del continente…


Sumado a todo está además, el hecho del cambio horario, no ya la diferencia de 6 horas que nos separa de España, sino del cambio del reloj de uno en esta ciudad. Desde que hemos llegado yo he transformado mis tiempos normales de hacer las cosas, principalmente, de despertarme. El hecho de poder dormir un sábado o domingo hasta las 3 de la tarde, aquí es impensable. La cama me “escupe” muy pronto y a las 9 ya estoy en pie. Todo esto, me está volviendo un poco loca y ya he tenido el segundo episodio de esta nueva fase de mi vida. El primero, ocurrió hace una semana, cuando fui a la peluquería a las 7:15 de la mañana para que el peluquero me arreglara el pelo por primera vez después del alisado. Además de lavarlo y devolverlo a su estado normal, me maquillaron y fui al trabajo hecha una “colombiana”. El segundo episodio ha sido hoy sábado, cuando he ido al gimnasio a las 8:30 para hacer media hora de cardio y una de yoga.


Definitivamente, menos mal que en diciembre me espera Río de Janeiro y Palma, porque como me pase más tiempo encerrada aquí, empiezo a mandar currículos a España y me vuelvo a la mínima oportunidad.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Más presentaciones de libros

El Metropolitan Club de Bogotá se está convirtiendo en una gran opción para ampliar nuestros horizontes culturales. Si el otro día acudimos a la presentación del último libro de Aznar, el martes lo hicimos para la cena de entrega del Premio Planeta de Periodismo 2007. En esa ocasión el club ya estaba decorado con todas las luces y adornos navideños que, junto a la buena cena, hizo que pareciera más la celebración de una fiesta de la alta sociedad para recaudar fondos que la entrega de un premio.

El galardonado de este año fue Gerardo Reyes, con su obra Nuestro hombre en la DEA. La historia de un fotógrafo que negoció la libertad de más de un centenar de narcos en Estados Unidos. Por lo que contó el autor, y el periodista que le presentaba, el libro puede estar bastante bien y, como no, terminamos comprándolo y haciéndonoslo firmar por el premiado. Al final, como el Grupo Planeta nos siga invitando a presentaciones, necesitaré una maleta especial para transportar los libros a casa...

A parte de este evento social, en el que estaban las mujeres más ideales de Bogotá (creo que todas operadas por los mismos cirujanos), no he hecho nada nuevo. Bueno, hoy me he apuntado al gimnasio y ya he empezado con el yoga... Será que el trabajo que nos han encargado hoy me ha puesto bastante nerviosa y tengo que relajarme de alguna manera. La verdad es que no sé si prefiero ir a la oficina a perder el tiempo o tener que escribir dos notas sectoriales súper interesantes: conservas vegetales y pescados en conserva. Vamos, una emoción de temas, pero mejor que no hacer nada, supongo.



martes, 20 de noviembre de 2007

Hablar al vacío

Como dije en otro post, una de las cosas mejores del trabajo es poder llamar a España gratis. La conexión se hace vía internet y, al llegar a Madrid, funciona como una tarifa plana española normal (o eso es lo que me ha contado Grego, el informático). El problema es que, muchas veces, la conexión falla y desde aquí oímos perfectamente lo que se dice al otro lado del aparato, pero no al contrario.

Y, por este motivo, hoy he tenido una conversación de 8 minutos con mi prima (casi mi hermana)en la que la pobre hablaba y hablaba y yo me moría de la risa. Encima, como yo no colgaba, ella era consciente de que la escuchaba y me seguía contando sus cosas. Uffff, cuánto se echa de menos estar al día de las cosas cotidianas de la familia y los amigos. Al final, y mediante un mensaje a su móvil, le he dicho que colgaba porque nos íbamos a volver locas y que le contestaría por aquí.

Idó, reina meva, estic molt contenta de què fessis un poc de cultura per Còrdova i que a ses teves nines els hi anàs tan bé a nes campionat. En quant a s’ordenador, te podries comprar un teclat nou (o intentar arreglar es vostro) i, així, te podria escriure a s’email. Bé, tu continua fent de germana de na Carme, que crec que m’enyora un poc i discuteix un poc perquè, quan me vegi, no tengui ganes de barallar-se. Ara me’n vaig a fer es massatge de turno i, després, mos han convidat al sopar de presentació des darrer Premi Planeta de Periodisme que, com no, contaré a un altre post.
Un beso molt gros i un altre per ta mare (tia Carme, que faré jo tot s’estiu a Bogotà sense anar a pescar a ses roquetes???)

lunes, 19 de noviembre de 2007

Alguien conocido





Tras casi un mes y medio en Bogotá, hay muchas cosas que se echan de menos de casa y, como no, algo muy importante es la gente. Por eso, aunque parezca un poco raro, ver a Arango (para quien no le conozca, el delantero venezolano del Mallorca) me alegró el viernes.


Él no es una persona muy sociable ni habladora, pero estuvo muy simpático. Creo que le sorprendió tanto verme en Bogotá que sacó su lado más amable. Estuvimos hablando un ratito en la recepción de su hotel, mientras un gran número de aficionados de la "vinotinto" se acercaban a pedirle autógrafos o a hacerse una foto con él. La pena fue que no tenía ninguna entrada para ir al fútbol, así que el sábado vi el partito desde casa mientras escuchaba lo que pasaba en el Bernabeu.

Para mañana, cosa rara en este último mes y medio tengo dos posibles planes. Uno ya confirmado, la cena de presentación del Premio de Periodismo Planeta y otro, por confirmar pero bastante más atractivo para mi (aunque, en este caso, cualquiera de los dos me gusta): el partido Colombia - Argentina. Sea lo que sea lo que haga, ya lo contaré...

A las mujeres emigrantes

Ayer, leyendo el Diario de Mallorca encontré un reportaje muy bueno e interesante. Para los que estamos en zonas "emisoras" de inmigrantes, puede ser muy útil y más, cuando la mayoría de la gente te pregunta si puedes ayudarle a conseguir la visa para ir a España.

La verdad es que duele ver como la gente es capaz de dejarlo todo por "el sueño europeo" y que, en muchísimos casos, ese sueño es una auténtica pesadilla.

Por casa de mi abuela han pasado muchas mujeres suramericanas, principalmente bolivianas y, lo que sacas al hablar con ellas es una nostalgia y tristeza por todo lo que dejaron en su país. Cierto es que en estas latitudes la vida es difícil y los trabajos están mal pagados. Ahora bien, la mayoría de las mujeres que se hipotecan para emprender el viaje y dejan aquí a unos hijos al cuidado de otros familiares, al menos tenían eso, una casa y una familia. Pero, al llegar a Europa se encuentran solas, viviendo en pisos compartidos o como internas en casas extrañas en las que se les exige hacer las cosas "como toca".

Vivir fuera de tu país es complicado y cuesta adaptarse. En mi caso, tengo la suerte de hacerlo con un sueldo bueno y en un país de renta inferior a la española, por lo que el nivel de vida que puedo llevar aquí es algo más alto que el de Palma (aunque en Palma no tenía que pagar alquiler). Pero piensas en lo que tiene que ser irte fuera, sin trabajo o con trabajos muy mal pagados y eso, casi de esclavos y tiene que ser durísimo.

Hoy, este post va por todas esas personas que deciden dejarlo todo y aventurarse para conseguir una vida mejor. Va por las inmigrantes de estas regiones que, en su día, acogieron a los españoles y que nos siguen acogiendo con cariño.

Esclavas del siglo XXI

MAR FERRAGUT. PALMA. El escritor uruguayo Eduardo Galeano hablaba en ´El libro de los abrazos´ de una raza particular de seres humanos: los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada, los ningunos, los ninguneados... Los inmigrantes que viven en nuestro país de forma irregular forman parte de esta estirpe de los ´nadies´, aquellos que, como escribe Galeano, no son tratados como seres humanos sino como recursos humanos, con los que muchas veces los patrones hacen lo que quieren, ignorando sus derechos como trabajadores, y como personas, con una total impunidad. El ámbito del servicio doméstico está lleno de casos así, historias que hacen pensar inevitablemente en una nueva forma de esclavitud.Esa es la sensación que tiene Elizabeth R. Esta mujer llegó de Venezuela hace siete meses con su hijo de 13 años y desde entonces intentando salir adelante con trabajos esporádicos como empleada de hogar: "La esclavitud sigue siendo la misma que en los tiempos de la conquista de América", dice, "y lo peor es que no te puedes quejar". A los pocos meses de llegar se llevó una gran decepción por el trato que recibió, tanto laboral como personal, y sólo pensaba en volver a su tierra. "Creía que la gente era mejor acá", dice. Ahora ya ha asumido que no puede permitirse comprar el billete de vuelta y está intentando mentalizarse de su nueva vida aquí. El cambio es considerable, ya que Elizabeth, licenciada en contabilidad y finanzas y ex trabajadora de una marca de cosméticos, ha pasado de tener una casa y moverse en coche con chófer, a trabajar de rodillas limpiando en una obra: "Tengo que asimilarlo: empiezo de cero, ahora aquí no tengo nada", explica.Ha pasado por todo tipo de experiencias laborales, con poca o ninguna suerte. Durante una semana, ocho horas al día, trabajó limpiando el suelo de un edificio en obras con distintas sustancias químicas y sin guantes. Hoy, dos meses después, las cicatrices de sus rodillas siguen ahí y aún no le han pagado, algo que ya, resignada, no espera que suceda. La cuestión va más allá de la humildad o las falsas pretensiones: "Yo no pido que me echen flores, ni que toquen el violín mientras trabajo", ironiza, "sólo exijo que me respeten y que me paguen", añade. Para ella "el trabajo duro no es problema", siempre que "se me trate con respeto, como a un ser humano".Jannet es de Bolivia y llegó a la isla un poco antes que su amiga Elizabeth. Es enfermera, pero desde su llegada sólo ha trabajado en distintas casas limpiando o cuidando ancianos. Ahora ha conseguido un trabajo atendiendo un locutorio y está contenta con su recién estrenada estabilidad, pero explica que también lo ha pasado muy mal. "Se aprovechan de que no tienes papeles", apunta, "y hacen lo que quieren". Ella también está "esperando" desde verano a que le paguen el trabajo de dos semanas. "Es un dinero con el que yo ya contaba y ya no espero", se lamenta.El trato personal que reciben en muchas ocasiones estas mujeres son otra muestra de que el racismo y el clasismo existe en una parte de la sociedad española. Elizabeth lo ha notado varias veces, en el trabajo y en su vida cotidiana. Cuenta que en una ocasión entró con un amigo español en un restaurante y pudo oír claramente a una mujer que decía "mira, otra india que ha venido a quitarle el marido a una española". Ante comentarios así, es difícil aguantarse las lágrimas y la rabia. "Nos tratan de indios y de ignorantes", dice Jannet. Susana Pereira, que lleva dos años residiendo en España de forma irregular, cuenta que ese desdén muchas veces se nota ya en las entrevistas de trabajo donde "te tratan como un forajido". Susana explica que en esos encuentros "te hacen todo tipo de preguntas personales" y que "en ocasiones sólo les falta ladrarte". Esta mujer brasileño-uruguaya ha escuchado comentarios de todos los colores, como generalizaciones del tipo "porque ustedes vienen así y son unos irresponsables" o reproches como "esto es una empresa seria, ¿qué se cree?", cuando en ningún momento ha dejado de cumplir con su labor. Otra acusación que planea siempre sobre estos trabajadores es la de ladrones. "Siempre que falta algo en la casa, hemos sido nosotros", explica Jannet. Cuenta el caso de su amiga Marga, que trabajaba limpiando en una casa y que sus empleadores, llegado el momento de pagarle, le acusaron de haber robado el sobre que contenía precisamente el dinero de su sueldo. "Al final, le acusaron de ladrona, no le pagaron y la despidieron", dice Jannet. Susana y Elizabeth han vivido situaciones similares. A ésta última la responsabilizaron incluso de que desaparecieran cosas de la nevera. Una práctica habitual en este tipo de negocio, es el de ir aumentando progresivamente el trabajo pactado, mientras el salario se mantiene exactamente igual, como le sucedió a Elizabeth, que fue contratada hace unos meses para limpiar una casa en el campo y al final tuvo que hacerse cargo además de las tareas de una granja, como limpiar a los perros o recoger los huevos del corral.Algunos empresarios deciden sacar, a costa del desconocimiento, y en muchos casos la desesperación, de los recién llegados para obtener ´beneficios extras´ mediante actividades que, si bien no llegan a ser ilegales, rozan la estafa. Es el caso, por ejemplo de esas empresas de servicio doméstico que exigen el pago de precios abusivos, de hasta 500 euros según informan desde la Federación de Asociaciones de Inmigrantes, sólo por facilitar información de ofertas laborales, algunas incluso copiadas directamente del diario, sin asegurar en ningún caso un puesto de trabajo ni el cumplimiento de las condiciones pactadas.A través de esta agencia, Jannet acordó un trabajo por ocho euros la hora, trabajando ocho horas diarias. A las dos semanas, cuando finalizó el contrato, le pagaron sólo cinco euros la hora. ¿Protestar? Jannet prefirió callarse y aceptar, "por si acaso al final no me pagaban". Susana cuenta que ella sufrió otro tipo de engaño cuando llamó a un anuncio de un periódico, en teoría para trabajar, y la tuvieron esperando más de 50 minutos al teléfono. Luego descubrió que los números que empiezan por 807, son de pago y tembló ante la factura que se avecinaba, y además, para nada.La frialdad de algunos empleadores, que se aprovechan de los más vulnerables, pone los pelos de punta, como el caso que cuenta Susana, de una mujer que buscaba a a una chica de entre 17 y 23 años para limpiar. El sueldo que ofrecían era ridículo: 2,25 euros la hora. Elizabeth ha asumido que tiene que quedarse aquí, aunque no quiera por las malas experiencias vividas. Lleva más de seis meses buscando un trabajo que le permita mantenerse y la última propuesta de la agencia le da risa: "500 euros al mes por cuidar a una señora mayor, interna y con cuatro horas libres a la semana". En realidad Elizabeth ríe por no llorar: "sólo quiero trabajo y respeto".

jueves, 15 de noviembre de 2007

Aznar...



Hoy estoy agotada. Ha sido un día surrealista total. Realmente empezó el martes cuando, al salir de los masajes, la señora de allí (que es un poco mi mamá en Colombia), me lio y me hizo ir a ver a su estilista. La verdad es que el hombre tiene una peluquería muy bonita y que, con su palabrería me engatusó para que me hiciera un medio cambio de imagen. Vamos, que me puso un producto en el pelo para "colombianizarme" mis rizos y que me hizo salir de allí con la melena lisa y sin podérmela lavar esta mañana.




Así que yo, me he puesto un modelito estilo "rojo-nuevas generaciones" y me he ido a trabajar pensando en lo que me esperaría a mediodía. Pero, antes de ir a ver a Aznar, ha habido otra parada en un sitio nuevo: el hospital. He acompañado como "mamá Lluc" a Lucía para que le vieran una quemadura feísima en la pierna que se hizo en Cartagena. Por cierto, los demás becarios, ¿ya habéis usado el seguro Icex? Es que hoy nos preguntábamos si ya hay historias raras referentes a este aspecto...


Bueno, pues a lo que iba y al tema más importante del día. Hoy hemos conocido al ex presidente Aznar (presidente para el que le presentaba). La charla de presentación de su libro ha sido un auténtico coñazo, sólo mitigada por las miradas de alucine que nos echábamos Lucía y yo. Al terminar, firmaba sus libros mientras se servía un aperitivo. Las dos, que hemos fallado a toooodos nuestros ideales comprando su gran obra, hemos decidido que queríamos su firma (yo todavía no sé muy bien para qué) y nos hemos puesto a la cola. A partir de aquí ha empezado mi transformación.




Con este pelo tan Ana Botella que llevaba hoy he pensado que colaría que yo era una gran seguidora suya, así que, al llegar nuestro turno, me he hecho dueña de la situación y le he pedido unas fotos. Además, hemos hablado sobre lo que hacíamos nosotras aquí y algo más. Encima, como mi cámara era la única por allí, otro becario me ha pedido que le hiciera una foto a él y, al terminar la firma de libros (y yo con 2 gintonic y 2 daikiris encima) ya le he pedido una foto de grupo, que haga algo para que los becarios icex tengamos contrato y que si quería, le mandaba unas copias de las fotos con su público realmente objetivo...

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Cita con Aznar


Ante todo, no me he vuelto loca, ni he cambiado de ideas políticas. Ni siquiera he empezado a apreciar a Don José María. Pero, mi plan para hoy es ir a la presentación del libro Cartas a un joven español que nuestro ex presidente ha escrito para adoctrinar un poco a nuestra generación.

Desde que sé que a las 12:00 horas tengo que estar bien vestida en el Centro Metropolitano para escuchar las enseñanzas del que Chávez considera un facha (yo no, por favor, sólo faltaría que dijera algo y el Rey, en persona, me hiciera callar o retirar este post), mi estómago está revuelto y tengo unos nervios tremendos. Creo que es el hecho de pensar cómo seré capaz de aguantar una charla de este hombre cuando no puedo verle ni 5 minutos por la tele. Pero, aún así, intentaré mantener el tipo. Ya os contaré si he sido capaz…

Por cierto, veo que no me puedo ir de España ni unos meses. Como la cosa siga así, al volver me encontraré con una república. Un rey que se convierte en el centro de todos los chistes internacionales y una infanta que se separa… A ver qué otras cosas pueden pasar entre los borbones.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Mi (no) viaje a Quito

Hoy empieza mi época de viajes. Después de más de un mes en Bogotá, ya iba siendo hora de coger un avión y acercarme a un país vecino. En este caso, el elegido es Ecuador. Allí me espera Eva Paíno, la compañera de grupo del “padre de mis hijos” (hay Javi, que lejos pilla Estocolmo. Con lo bien que estaríamos si te hubiera tocado Lima…), con quien voy a disfrutar de tres días enteros (e intensos) en Quito.
Por lo que me ha informado, vamos a hacer unas cuantas excursiones y, entre las cosas que haremos será poner un pié en el hemisferio norte y otro en el sur…
Ahora estoy en el aeropuerto internacional de Bogotá, El Dorado. Para llegar hasta aquí, como no, ha sido otra odisea. El vuelo sale a las 20:40 y yo he tenido que salir de casa a las 16:45 horas. Hoy ha vuelto a llover en esta ciudad gris y no me podía exponer a que el trancón (atasco) me hiciera llegar tarde al aeropuerto. Además, aquí tienes que estar 3 horas antes de la salida de tu vuelo, así que no tenía mucho tiempo de margen.
Lo de las 3 horas de antelación, una vez que pisas la sala de facturación, entiendes por qué es así. Para llegar al mostrador y perder de vista mi maleta (que espero no llenen de droga en la bodega del avión), he tenido que pasar por tres señoritas diferentes. Una me ha pedido el nombre, la otra la maleta (para colocarla en una línea frente al mostrador) y, la tercera, me ha hecho pagar los impuestos de salida del país. Esta última, por cierto, cuando ha visto mi sello de entrada en Colombia me ha dado las falsas esperanzas de que, probablemente, no tendría que pagar y me ha hecho ir a otro sitio para preguntarlo. Este pasaporte azul de servicios en el que el Rey y el Ministro de Asuntos Exteriores solicitan que se me pongan las mayores facilidades donde vaya, es una putada en estos casos. La señorita, muy borde, por cierto, me ha comunicado que un pasaporte de servicios no sirve para eximir impuestos. Así que he tenido que pagar unos 40 euros para salir.
Tras este éxito, otra señorita me ha recogido la maleta y me ha dado mi tarjeta de embarque que es, más o menos, como los billetes de avión de los años 50.







Bueno, ahora que han pasado unas horas, que he visto Paco y Veva por TVE Internacional y que he hecho y congelado lasagnas. Ahora es el momento de continuar con este relato. Pues bien, hasta antes de la foto, yo estaba en el aeropuerto escribiendo lo que iba a ser mi fin de semana maravilloso. Me llevaba el ordenador porque el lunes tengo que presentar un trabajo de la UOC, pero con todos los planes montados suponía que, al final, lo pasearía inútilmente. Bueno, pues cuando estaba emocionada pensando en lo que haríamos Eva y yo por su ciudad, ha llegado una de esas azafatas tan amables y ha preguntado si había algún pasajero que fuera a Quito. Yo, feliz pensando que ya embarcábamos he levantado la mano. La verdad es que me ha sorprendido un poco que vinieran a buscarme tan pronto, pero como aquí para todo necesitan horas, he supuesto que me llevarían a otra sala con esas más de 2 horas de anticipación.
Grave error el mío al pensar que este fin de semana iba a desconectar de esta ciudad que me está volviendo loca y que me hace cocinar a la 1 de la madrugada de un viernes. Error, digo, porque esa “querida” azafata lo que venía a comunicarme era que se había cancelado mi vuelo porque un avión de Iberia (sí, Iberia, y yo preocupada con las Aerolíneas Galápagos) había tenido un accidente y había dejado el aeropuerto de Quito inutilizado hasta mañana. En ese momento me he cagado un poco en estas repúblicas bananeras cuyos aeropuertos sólo tienen una pista y sus presidentes no autorizan su ampliación. Además, tras esta gran noticia, vuelta a la odisea de llegar a los mostradores de facturación pasando por el control de pasaportes (donde, después de recoger mis cosas, han tenido que cancelar mi salida del país) y llegada a las simpatiquísimas azafatas de Aerogal.
A mí, de por sí, me cansa esta super amabilidad colombiana y este amor por las españolas que hasta el policía que ha sellado mi pasaporte me ha preguntado si podía ayudarle a conseguir un visado. Pero, lo de hoy ya ha sido el colmo. En situaciones como la cancelación de un vuelo, los colombianos podrían quejarse y las azafatas poner un poco de mala cara y no esa carita de niñas buenas diciendo “bueno, mañana le llamamos y le decimos cuándo puede volar”. Parecía que era yo la única pasajera cabreada. Y lo estaba muuuucho. Además, nadie me ha dicho si podría salir mañana o si la situación continuaría. Vamos, ha sido fantástico.
Pues nada, lo que iba a ser un puente en Ecuador se ha convertido en otro en Bogotá sola. Lucía y Pablo se han ido a Cartagena y no estoy para ver a mucha gente que me diga que esto es normal. Así que aprovecharé para hacer ese trabajo, aprender a cocinar platos nuevos y a descansar encerrada en la ciudad de los horrores!!
Por cierto, me han llamado de la compañía aérea para decirme que el vuelo de mañana también se había cancelado y que me llamarían para decirme si podía viajar el domingo. Como es de suponer, no me iré el domingo a Quito para volver el lunes. Menos mal que, al menos, me devuelven el dinero del billete o me dan un billete abierto con validez de un año…

jueves, 8 de noviembre de 2007

Millonarios - America de México

Ayer Bogotá se tiñó del azul de Millonarios para recibir en el Campín al América de México en las semifinales de la Copa Sudamericana. Y, cómo no, allí me fui yo. Al principio teníamos que ir un grupo grande de españoles pero, al final, terminé yo sola con 5 colombianos y me lo pasé genial.


El campo es grande (creo que caben 40.000 personas) y ayer estaba lleno. Eso sí, aunque el césped es una alfombra perfecta, el resto del estadio parece el Lluís Sitjar. Los asientos (el cemento, vamos) no están numerados y por esa razón llegamos 2 horas y media antes de que empezara el partido para coger un buen sitio. Además, la cubierta del estadio es mínima (muy hábiles en una ciudad donde CADA día llueve) y, como era de esperar, antes del partido ya estábamos empapados. Menos mal que el agua cesó y durante los 90 minutos de juego pudimos disfrutarlos sin tener que abrir los paraguas.



En cuanto al ambiente, me di cuenta del punto al que ha llegado la globalización. Los cánticos que entonaban en el campo eran los mismos que se oyen en todos los campos de España, en parte gracias a los argentinos que vinieron a Mallorca en la primera época de Cúper. La única diferencia era en las palabras típicas de aquí. Nuestro "portero puta de cabaret", aquí es el arquero. Nuestras celebraciones, son festejos y el árbitro es el "chulo".

En el fútbol, como en el resto de sitios de esta ciudad, no se ve gente mayor, por lo que casi todo el mundo que va al fútbol va a liarla un poco. En un momento determinado, yo pensé que las gradas iban a ceder de los saltos que pegábamos. Todo el mundo saltando y cantando impresiona muchísimo y también da un poquito de miedo para los que no estamos acostumbrados a ver el fútbol "con ambiente". Por eso, y sobre todo por cuestiones de seguridad, también está prohibida la entrada a niños menores de 7 años.

En cuanto al tema de la seguridad en el estadio me recordó a cuando vino el Chelsea a Mallorca para la semifinal de Recopa, pero multiplicado por 10. Aquí hay muchos tipos de policía y ayer estaban todas presentes en el Campín. Desde los rángers a caballos con su sombrero de ala, los policías militares con el escudo protegiendo a los jugadores en los saques de esquina (aquí vuela de todo), a los robocop vigilando la zona de ultras. Vamos, que no te da miedo sólo el ambiente ni la gente, lo que impresiona es ver a todos esos funcionarios que velan por tu seguridad y que, en cualquier momento, van a perder la cabeza.

Otra de las cosas que me llamó la atención es que, en los aledaños del estadio, había gente vendiendo de todo. Desde los típicos minutos a celulares a tintura para el pelo azul por 1000 pesos, cigarrillos, chocolates, ponchos de plástico, etc. Y es que, viendo todo esto, entiendo perfectamente a aquel hombre que, fuera del consulado colombiano de Madrid, se había instalado una fotocopiadora y una impresora de fotos digital para que sus compatriotas (y una servidora) no tuvieran que andar buscando una copistería.
Pues nada, que ayer me lo pasé muy bien en el fútbol aunque el resultado no fuera favorable para los nuestros, que perdieron 2-3. Por cierto, Julián, he encontrado a nuestro primer fichaje como Agentes FIFA, se llama Jonatan Estrada y es medio izquierdo. Si puedes ver el golazo que marcó ayer, vale la pena.

martes, 6 de noviembre de 2007

La catedral de sal

Colombia es un país de contrastes. De gente rica y barrios buenos y gente muy pobre y zonas muy degradadas. Hoy, al fin, hemos salido de Bogotá y de nuestro barrio rico y pijo. No es que nos hayamos metido en zonas peligrosas, ni mucho menos, sino que hemos sido “espectadoras” de otras realidades. Mediante un tren turístico a vapor hemos pasado por zonas de la ciudad que desconocíamos, hemos visto mucho verde, vacas, caballos y hemos llegado a Zipaquirá y, de allí, hemos visitado la Catedral de Sal.





Este país es increíble. Su primera maravilla y monumento histórico es una inmensa catedral hecha dentro de una mina de sal que terminó de construirse en 1995. La verdad es que impresiona la magnitud de la obra con las 14 paradas del vía crucis, cada una de ellas esculpida en la roca, una cúpula preciosa y una iglesia de tres naves más grandes que la Seu de Palma. Es un lugar de peregrinación, aunque a la mayoría de la gente se le olvide que estás dentro de un templo católico en el que, además, también se celebran conciertos y hasta han construido una sala de congresos.







Por otro lado, para llegar hasta ese monumento, lo puedes hacer en coche particular, en taxi, en bus o en el tren turístico. Esta última opción es la que hemos elegido Lucía y yo para celebrar nuestro primer mes aquí. Hoy el día ha acompañado y entre todo, nos ha supuesto una cura de realidad. Durante los 40 kilómetros que separan Bogotá y Zipaquirá hemos pasado por zonas riquísimas, por grandes centros comerciales, por centros deportivos con campos de fútbol de césped perfecto y por zonas muy pobres. Llama la atención que todo el mundo se para y saluda al tren con cara de felicidad. A mí me ha recordado cuando, de pequeña, saludaba a los turistas que iban a Sóller. La diferencia principal es que nuestros turistas suelen ser extranjeros y aquí el turismo es algo nacional. Por eso, todo el mundo nos hace muchísimo caso y, hoy, el encargado de la excursión se ha preocupado mucho más por nosotras que por cualquier otra persona.


El tema de la excesiva atención es algo que se agradece cuando lo necesitas pero que puede ser muy pesado en la mayoría de veces. Este es un tema del que hablaré en otro post, porque es algo digno de estudio.

domingo, 4 de noviembre de 2007

¿A qué invita Bogotá?

Bogotá es gris, verde y naranja. Gris del cielo y la lluvia que inunda la ciudad, al menos, una vez al día. Verde de la cantidad de plantas que hay en las calles y que nadie se preocupa de cuidar pero que siempre están perfectas y naranja de los edificios hechos de ladrillo.
Estos colores no alegran a nadie, y mucho menos, la vida de la ciudad. Bogotá no es una ciudad fácil para vivir. Es aburrida y tiene poco que hacer, lo que lleva al consumismo desesperado y a la gula.
En definitiva, a eso nos ha llevado este sábado Bogotá. A eso y a preguntarnos unas cien veces qué diablos estamos haciendo aquí. Pero, es lo que nos espera durante un año y, de una forma u otra, tendremos que adaptarnos a esto sin derrochar todo lo que ganamos en chorraditas. Más vale dedicarlo a viajar y, por eso, ya tengo todo mi trimestre organizado. Bueno, me falta arreglar unas cosas de navidad pero, Quito y Rio sé que me esperan con los brazos abiertos. Y es que, la única manera de sobrevivir a Bogotá es saliendo de ella de vez en cuando.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Trabajando

Hoy puedo sentirme algo orgullosa. Ya he respondido a una consulta llegada desde España a la oficina!!!!!!!!!!! Es increíble ver que en un mes es lo primero que hago, así que puedo decir que de las 7 horas y media que estamos en la oficina (menos la hora de la comida), TODA mi productividad se ha limitado a 15 minutos entre que me han explicado lo que tenía que hacer, buscar la información, contestar al email y archivar la consulta.
Bueno, menos mal que el lunes es fiesta y de martes a viernes hay una feria a la que tenemos que ir Lucía y yo. Y el viernes: a Quito!!!!!!!!

jueves, 1 de noviembre de 2007

Mi trabajo en la oficina

El otro día mi tía Luisa me decía que le gustaba mucho ver como era mi vida en Bogotá pero que no decía nunca nada del trabajo. Ojalá tuviera cosas super interesantes que contar sobre lo maravillosa que es esta experiencia a nivel profesional y las reuniones tan interesantes a las que nos llevan nuestros jefes. Pero, de momento, no hay nada de eso. Es más, este post lo escribo desde mi puesto de trabajo, para que se vea lo mucho que hago...




Le hemos pedido al analista y al consejero que nos den algo para hacer pero, hasta la fecha, sólo Pablo va a cosas entretenidas. Bueno, Lucía y yo fuimos unos días a un curso taller sobre aranceles en el que estaban presentes todos los países latinoaméricanos y del que ya comenté lo más interesante (las uñas de la venezolana).


Por lo demás, al menos en la oficina tengo buena vista hacia la montaña, conexión a internet que me permite leer toooodos los periódicos y hacer y mandar los trabajos de la UOC. Además, como ayer, puedo escuchar el carrusel y enterarme casi en directo de otra nueva expulsión en el Mallorca.



Lo más interesante de la oficina es que podemos llamar a España gratis y que, si todo va bien, la semana que viene iremos a una feria de packaging de la que tendremos que hacer un informe y en enero, me toca ir a una feria de textiles en Medellín (viaje pagado por el Icex).


Sé que na Margalideta estaría encantada de no hacer nada más que hablar por el msn y darle al botón de actualizar en hotmail o en este blog. Pero para mi empieza a ser una tortura y me estresa bastante venir a la oficina para perder el tiempo. Menos mal que ahora nos esperan dos puentes seguidos y, el segundo, voy a Quito a hacerle un poco de compañía a Eva.