Por primera vez desde que llegué a Bogotá, tuve un vuelo de regreso sin ningún problema, al contrario, con el mejor premio que le pueden hacer a un pasajero de turista: pasarme a primera gratis. Para los incultos de clase ejecutiva como yo, es una gozada ese asiento reclinable por partes, con masaje en la espalda, un menú de restaurante bueno y con posibilidad de elegir platos y la pantalla táctil personal en la que puedes ver la película que quieras, pasarla, retroceder...
La llegada a casa ha sido muy buena en todos los sentidos. Ahora tengo unos días de vacaciones antes de empezar a trabajar en mi nueva etapa profesional. Pero llevo agenda en la que quedan muy pocos huecos. Vamos, que he vuelto a ser yo. Voy, vengo, quedo con uno, con otros, vibro con el fútbol en directo, soy la acompañante oficial de mi padre en sus citas culturales y me paso el día dándole vueltas a las miles de ideas que invaden mi cabeza.
A partir de ahora tendréis mis noticias desde Palma y prometo ponerme al día con todo lo de la semana pasada entre hoy y mañana. De momento, os dejo con una foto desde arriba de mis islas...