martes, 29 de abril de 2008

Lola y Rocío

Hay cosas que no se pueden dejar pasar. No tengo palabras, simplemente "y ya no digo más ná". "Porque España entera os debe la gloria del arte de España"

lunes, 28 de abril de 2008

Mi despedida en Andrés Carne de Res


Hoy, saliéndome un poco de lo normal en mí, voy a hablar de fiesta. Yo no soy muy de salir, y en Bogotá las ganas de marcha están más bajas que nunca. Pero, el viernes, tocaba celebrar mi despedida y fuimos a Andrés Carne de Res.

Al ser este mi último fin de semana en Colombia (sí, vuelvo a casa el 1 de mayo ya para quedarme), Lucía pensó que no podía irme de aquí sin conocer tan peculiar sitio. Y yo, como de una novia en su despedida de soltera, acaté sus órdenes y creo que me porté muy bien.

Andrés Carne de Res es, posiblemente, el sitio más conocido de todo Bogotá. Es un macrolocal en el que caben más de 1.500 personas entre las mesas y las pistas de baile. Además de comida típica colombiana y carne, mucha carne, la gente va a Andrés a “rumbear”. Así que comimos nuestra punta de anca y el lomo (solomillo español) con ron y cervezas. Debo decir que yo que no soy muy de carne, consideré que era buenísima la que nos dieron, igual que los chicharrones, las papas criollas, las arepas, los chorizos y demás.



El sitio es todo un espectáculo. Lleno hasta los topes de cachivaches. Cada mesa tiene sobre ella un corazón con un nombre y un número. Por estas cosas de la vida que no sabemos explicar, nos tocó el colibrí. Cuando lo vimos, a Lucía y a mí nos pareció muy significativo porque al llegar y mientras estábamos buscando casa como unas desesperadas vimos una de estas pequeñas aves revoloteando entre las flores de una de las casas que visitamos y las dos coincidimos en que era uno de nuestros pájaros preferidos.






Además de trastos por todo, Andrés creo que es famoso por los camareros tan guapos que tiene. Para que diga esto, con los pocos hombres interesantes que he visto en 7 meses, es que había muchos camareros interesantes. Nines, era un poc com s'Esponja però a lo grande!



Como era mi despedida, conseguimos que viniera un grupo de música que se pasea de mesa en mesa para celebraciones. Me pusieron una banda de "miss colombia". No, en serio, me pusieron una banda con la bandera de Colombia en la que pone "honores de la casa" y tocaron "És l'hora dels adeus"









La fiesta se prolongó hasta las 3, más o menos, bailando lo que pusieran y bebiendo ron Caldas. La vuelta en la camioneta que habíamos contratado fue un poco infierno. Pero, pese a ello, la noche valió la pena.



domingo, 27 de abril de 2008

Quiero una bici



"Busco a alguien que tenga una bici de paseo, con cesta delantera que no use y que se sienta tan generoso para dejármela durante una temporada. Si en vez de disponer de ella, tiene un ataque de Rey Mago descomunal, y me la regala, se lo agradeceré doblemente."


Este es mi anuncio hoy porque cada domingo pienso en lo mismo. En Bogotá, como en Quito, los domingos se cierran calles para convertirlas en ciclovías por las que las bicis, los patinadores y los paseadores recorren la ciudad sin necesidad de un vehículo motorizado. Cada domingo pienso en lo bien que me iría tener una bici (no aquí, en Palma) para pasear y, de paso, hacer un poco de ejercicio.

En Palma no tenemos esto, aunque haya plataformas que reclaman carriles bici. Pero disponemos de un Paseo Marítimo fantástico para ir de un lado al otro de la bahía sin bajarnos de las dos ruedas.

Ya lo decía Fernando Fernán-Gómez en su obra más conocida: "Las bicicletas son para el verano". Y yo quiero una para pasearme por las tardes primaverales por el paseo Marítimo, llegar hasta el Molinar con Tita y cotillear el Hola mientras nos tomamos una Coca-Cola light.

En Bogotá no hay verano y comprarse una bici para que te llueva la mitad de los días, no tiene gracia. Pero, en Palma, la cosa es diferente. En Palma miras por la ventana y más o menos puedes saber si ese día hará mal tiempo o no (excepción clara la del 4 de octubre con los tornados). Aquí, eso no pasa. Tú miras por la ventana y ves a gente con abrigo, otros con sandalias. Miras hacia el cielo y ves el sol. Pero, al cabo de una hora, se pone todo negro y cae un aguacero grande. Vamos, que el complejo de cebolla que hemos adquirido, está más que justificado.

Por todo ello, no quiero una bici aquí. Pero sí quiero una bici, de paseo y con cestita, en Palma. Una bici con la que pueda ir hasta el mercado y llevarme a casa cuatro frutas y verduras. Una bici que me permita sacar a pasear a ese perrito que me acompañará en mi re-aventura independiente. Una bici cómoda, bonita y práctica.

Así que, como este blog sigue siendo mío, hoy lo uso de portal de anuncios, por si a alguien, como he dicho al principio, le sobra una o tiene un ataque de generosidad. Quiero una bici para pasearme a partir del 2 de mayo por Mallorca y acepto también a cualquier acompañante que se venga por las tardes conmigo.

miércoles, 23 de abril de 2008

Papá, el abuelo Luis y el Día del Libro

En casa si hay un día de mi madre es el día de Reyes. Para ella, el 6 de enero es el día de la ilusión en estado puro. Incluso ahora que Carmen y yo somos mayores, sigue queriendo tenernos en casa ese día y, a ser posible, durmiendo allí y yendo a abrir la sala los cuatro juntos en pijama.

Para mi padre, además de la Semana Santa en la que es el “líder” del grupo que recorre calles y calles detrás de los pasos grandes, su otro día es Sant Jordi.

Yo recuerdo los 23 de abril como el día en que llegábamos del colegio y nos íbamos los cuatro a pasear por Palma buscando el libro que nos iba a regalar papá. Nuestra suerte es que, en casa, al contrario de lo que manda la tradición catalana (adoptada en esta ocasión), a las tres nos toca una rosa y un libro. Daba igual el libro porque ese día podíamos elegir el que quisiéramos. Durante años, cada Sant Jordi nos compraban libros de manualidades, de cómo hacer regalos, de gimnasia o de casitas de muñecas, los que nosotras elegíamos, sin restricciones. También cayeron muchos de Enid Blyton para mí y otros de Celia para Carmen. Normalmente, y no sé por qué, estos libros eran del puesto de la Plaza de Cort donde, enfrente del Ayuntamiento había (ahora hace años que no voy) una mesa que ocupaba toda la fachada principal.

El día del libro, en el que se conmemora el fallecimiento de Shakesperare y de Cervantes, muertos el mismo día 23 de abril de 1616, es una fecha en la que media Palma sale a la calle y eso significa que, si vamos los cuatro, no podemos avanzar en muchos sitios de la ciudad.

Me gusta, en estas celebraciones, ir por las calles y pararte a saludar a uno y a otro. Es agradable, también, que la gente te vaya mostrando sus adquisiciones de nuevas obras y es entretenido ver como mi padre ni mira de reojo ninguno de los “best sellers” expuestos en la primera fila de todos los puestos. Él se decanta por las últimas publicaciones locales. Le atraen las biografías de personajes mallorquines, las investigaciones sobre defensas militares y los libros que sólo cuatro como él leen. Eso sí, este año yo le he pedido uno de esos libros: Contraban, República i guerra de Pere Ferrer Guasp. La suerte, que sé que es más fácil que me regale este que el último de Carlos Ruiz Zafón. Es lo que tiene tener un padre así y es, sin duda, una suerte enorme.


Aprovechando que hablo del día del libro y de mi padre, no puedo olvidarme de mi abuelo Luis. La verdad es que no me acuerdo mucho de él porque murió cuando yo tenía sólo 2 años. Es más, los pocos recuerdos que tengo, como lo de que en Semana Santa nos daba “chupa tres días” menorquines a todos los nietos, o que yo era capaz de señalar el Bover, su libro de cabecera en la biblioteca no sé si son míos o si son adquiridos al escuchar tantas veces las mismas historias. Eso sí, ahora, que se celebran los 25 años de su desaparición con una pequeña exposición en la biblioteca pública, me llena de orgullo ser su nieta y ser consciente del legado que dejó en Mallorca. Además, me da rabia no poderle agradecer nunca lo mucho que me ha servido su trabajo para mi tesina final de carrera, para hacer otros trabajos sobre Mallorca o, simplemente, para curiosear sobre las distintas publicaciones periódicas que coleccionó.

Tengo ganas de saber más sobre él y sobre su trabajo y puede que este año me decida a hacer lo que hace años que me ronda por la cabeza: escribir su biografía. A ver si al llegar a Palma hablo con mi padre y con mi abuela y vemos si es viable.
Por cierto, dejo el artículo del Ultima Hora del lunes sobre la exposición. Esto, Rosita, sé que te gustará y que lo leerás encantada desde Montevideo.

Aerogal



Cuando vas a coger un avión con una compañía desconocida, dudas un poco de la calidad del servicio y de la infraestructura de la aerolínea.

Esa era mi sensación antes de viajar con Aerogal. Bueno, el miedo se me pasó al pensar que una compañía ecuatoriana estaba acostumbrada a hacer esos trayectos y que no pasaría nada. Efectivamente fue así.

Pero, no sólo fue bueno el viaje. La atención en el avión no la teníamos ni con Iberia hace 30 años (yo no lo conocí pero me lo imagino). Al subir, y antes de despegar, los azafatos pasan bandejas con jugo de naranja o champán para todo el pasaje. Además, como el avión no suele ir muy lleno, es fácil tener toda una fila para ti. Después de esta bienvenida, y pese a que el vuelo sólo duró 1 hora y cuarto, a la ida nos dieron de cenar (y comida bastante decente) y a la vuelta desayuno. Vamos, que Aerolíneas Galápagos (Aerogal) no ha descubierto eso de que si eliminas una aceituna de cada comida, al final del año, ahorras millones. Y yo, me quedo con los generosos, pese a que lo pagues antes.

Museo del sitio Inti-Ñan


A la salida de la Ciudad de la Mitad del Mundo se encuentra un museo muy interesante sobre las diferentes culturas indígenas ecuatorianas y sobre las propiedades de la línea ecuatorial. Entre las atracciones, pueden verse reproducciones de las casas indígenas en las que hay artículos usados por ellos, así como la vestimenta prehispánica y la que les impusieron los colonizadores.

Es un museo interactivo, en el que puedes probar de disparar con una cerbatana amazónica de más de dos metros (imprescindible ponerse las plumas en la cabeza). Puedes entrar en las casas y entender, en definitiva, un poco más la vida de los habitantes de estas tierras. Pese a lo que pueda parecer, muchas de las casas de los indígenas representadas en el museo siguen siendo iguales en la actualidad.



Además de las casas, en este museo se encuentra la línea del Ecuador calculada con GPS y, como hacían los antiguos habitantes del país, apuntamos nuestros pulgares (se supone que la parte del cuerpo que capta más energía) hacia el sol para que nos llenara.

Para demostrar las propiedades de la línea, la guía que nos mostró el museo realizó una serie de experimentos. Pese a lo que diga Grego sobre que el Ecuador no tiene la fuerza suficiente para poder cambiar cosas, yo estaba allí y vi que pasaban cosas raras.


En el Ecuador, además de pesar un poco menos, no tienes la fuerza que tienes en otras partes y, sobre la línea, es fácil que te superen, que coloques un huevo sobre un clavo o parecer una borracha intentando caminar en línea recta con los ojos cerrados. Yo sigo sin entender cómo se puede demostrar la fuerza de Coriolis que es, realmente, debido al punto de referencia en el que hacemos la observación. Estando en el hemisferio norte, el agua al irse por un desagüe va en sentido anti-horario, mientras que en el sur es horario. No sé muy bien cómo consiguen que esas cosas se vean con sólo dos metros de distancia entre un punto de prueba y el otro. Pero yo lo vi.





La mañana en el museo fue, sin duda, muy entretenida. De allí volvimos a Quito, comimos, pusimos la denuncia del robo a Eva y fuimos al mercadillo a comprar unas cosas.

Por la noche, cena con unos amigos españoles de Eva de la AECID y a dormir, que a las 4:15 sonaba el despertador para ir al aeropuerto.

martes, 22 de abril de 2008

Mitad del Mundo




La línea ecuatorial es la separación imaginaria entre el hemisferio norte y el sur. Bueno, imaginaria en todos lados menos en la Ciudad de la Mitad del Mundo. Allí, como si de un parque de atracciones se tratara, han construido un monumento a la latitud 0º en el que puedes poner un pie en cada hemisferio y dónde la fuerza de la caída perpendicular del sol se hace notar en las sombras.




Para llegar hasta la Ciudad de la Mitad del Mundo cogimos 3 autobuses y, en el segundo de ellos, a Eva le robaron el móvil y la cámara de fotos de una forma tan sutil que sólo nos enteramos cuando fue a llamar a unos amigos. Pero bueno, a pesar del mal rato, llegamos a nuestro destino. Paseamos un rato por la ciudad, nos hicimos fotos saltando de lado a lado y vimos unas danzas populares.






El monumento de la Mitad del Mundo se construyó en 1979 para conmemorar la primera misión geodésica que llegó a Ecuador en 1736 buscando confirmar la redondez de la Tierra y definir la zona del paralelo que divide el planeta en dos. A su lado, se edificó la Ciudad turística en la que se copió el estilo colonial, con su plaza mayor, el cabildo, y diferentes casas que albergan tiendas de artesanías y restaurantes. Además, en el mismo recinto, se encuentra una plaza de toros que, el domingo, acogía unos conciertos populares.




Precio del autobús: 15 centávos de dólar para ir y 40 de vuelta.

Precio de la entrada: 2 dólares

Quito

Dicen que Quito tiene uno de los cascos históricos mejores de Latinoamérica. La verdad es que no he visto muchos más. Pero sí sé que Quito tiene su encanto radicado en la autenticidad de sus calles, de sus iglesias y de su gente.
El sábado, Eva me llevó a conocer mil cosas de su ciudad. Por la mañana subimos al Pichincha y desde 4.100 metros vimos la capital ecuatoriana. Es una urbe inmensa, que se extiende durante kilómetros entre los valles de la cordillera andina. Si en Bogotá cuesta respirar, lo que es andar un rato por los caminos del Pichincha es casi una misión imposible. Aún así, lo conseguimos y, pese a que las nubes nos impidieron ver nada durante unos minutos, el resto del tiempo disfrutamos de unas vistas espectaculares. Y, como compensación por el esfuerzo realizado, me comí un algodón de azúcar que me supo a gloria.






Una vez bajamos del teleférico, nos dirigimos hacia el centro y nuestra primera parada fue la Basílica. Ésta es la iglesia más espectacular de Quito. Se ve desde cualquier punto de la ciudad por sus altas torres y hasta arriba subimos. Yo me he dado cuenta de que mi vértigo sólo sale cuando subo iglesias, porque la anterior vez que sentí que las piernas me iban a fallar estando en las alturas fue cuando subí a las torres de la Sagrada Familia. Pero, a pesar de mis males, llegué hasta lo más alto. Y valió la pena.





Tras reponernos del tembleque de piernas, paseamos por las calles del centro. Comimos camarones apanados (gambas gabardina o rebozadas) y seguimos viendo iglesias y plazas que, según indican los carteles, son la mayoría de los siglos XVI – XVII. Y, del centro, al Panecillo, a ver las vistas que nos quedaban.



Desde esta pequeña montañita vimos una gran humareda negra al sur de la ciudad que nos llamó mucho la atención. Al llegar a casa de Eva vimos en el periódico que era la discoteca en la que murieron 15 personas. En estas ciudades, las salidas de emergencia se cierran con candado para que no se deje entrar a gente sin pagar. En ese caso, encima, el techo estaba recubierto de colchones y no se les ocurrió otra cosa que lanzar fuegos artificiales dentro del recinto. Todo esto, durante unos conciertos a las 16:30 y con más de 200 personas en la discoteca que no tenía los permisos necesarios.



viernes, 18 de abril de 2008

Rumbo a Quito

Si esta vez todo sale bien, dentro de unas horas saldré rumbo a Quito. Este viaje, que debería haber supuesto mi primera escapada de Bogotá, se ha convertido en el de despedida. Voy a devolverle la visita que me hizo en enero a Eva y a conocer la ciudad que mis padres vieron hace menos de un mes. Voy a desconectar y a aprovechar este último viaje que me brinda mi estancia en Bogotá.

Bueno, esto, como he dicho antes, si todo sale bien. Esperemos que ningún avión de Iberia se salga de la pista, ni empiece a llover a mares aquí o allá.

Espero volver el lunes con muchas fotos que poner y mucho más que contar. Además, por el bien de este blog es necesario que yo me mueva y tenga muchas cosas en la cabeza para narrar. Si no me muevo, pasa lo que pasa: escribo posts densos y sin ninguna imagen.

Lo dicho, espero volver el lunes con material para publicar 3 ó 4 entradas y con las pilas cargadas para afrontar estos últimos días en Bogotá.

El concepto de país en vías de desarrollo

Si hay un concepto cruel ese es el de país en vías de desarrollo. Se supone que tiene que reflejar la idea de un país subdesarrollado que está avanzando hacia el desarrollo. Pero, en el caso de Colombia, y creo que de la mayoría de países englobados dentro de esa clasificación, el ser un “país en vías de desarrollo” indica que no hay igualdades dentro de un mismo territorio.

Un país en vías de desarrollo no es sinónimo de que todo el país está caminando conjuntamente hacia un mejor nivel económico. Es más, significa que hay una parte muy desarrollada y otra subdesarrollada. No hay una igualdad en la evolución y, con esas diferencias se marca más la barrera entre zonas y entre la población. En Bogotá, por ejemplo, el norte (siempre el norte) de la ciudad es la parte más moderna, más cara y más desarrollada. En ella vive gente que ha podido estudiar, que han viajado, que comparten la mesa con los trabajadores internacionales contando una que ha estado en 31 poblaciones españolas, otra su crucero por las islas griegas o el tercero mostrando su Iphone comprado en Miami.

El sur, sin embargo, es un conglomerado de pobreza, aumentado día a día por los desplazados que llegan de todas partes del país. Sus habitantes trabajan, principalmente, para la gente del norte. Son empleados de las cafeterías, restaurantes o tiendas de la otra parte de la ciudad o limpian casas toda la mañana por 5 euros y perdiendo más de dos horas en las busetas que los traen hacia aquí.

Este hecho, en una urbe que tiene más de 50 kilómetros de distancia entre la parte más al norte y la más al sur hace que más de la mitad de sus 8 millones de habitantes vivan en los estratos más bajos (0, 1, 2 y 3). Y que las diferencias sociales se acentúen así como va progresando el norte. Los "ricos" exprimen más a los pobres con la diferencia de que en vez de hacerse esta explotación entre habitantes de dos países diferentes, se hace dentro de la misma ciudad, con sus propios vecinos. Y los de clases más bajas soportan una losa sobre sus espaldas que les conducen al servicialismo y la sumisión para poder vivir.

martes, 15 de abril de 2008

Hoy me mojo contra Hacienda

Hoy me voy a mojar porque lo necesito. Necesito expresar mi queja hacia un sistema fiscal injusto y poco equitativo: el español. Como desconozco la situación en otros países y la de otras personas, me limitaré a comentar mi opinión sobre nuestro fisco.

En época de declaración de renta, me pongo de los nervios viendo como Hacienda (que somos todos), no es para todos igual. Cuando nuestros padres eras jóvenes el que declaraba a Hacienda tenía un gran patrimonio o unas rentas económicas muy altas. Ahora, además de los ricos, hay una gran población de subnormales (no me sale otra palabra) que también tenemos que pagar por el mero hecho de haber trabajado para dos pagadores diferentes en un mismo ejercicio económico. Y, nosotros, los subnormales, no somos "buenos partidos" ni pagamos por cobrar millonadas. Pagamos, simplemente, por haber trabajado en dos o más sitios en un mismo ejercicio económico.

No sé a quién beneficia esta medida, pero al trabajador desde luego que no. No sé si se hizo (como casi todo en este país) para contentar a los empresarios y evitar que los trabajadores puedan cambiar de trabajo con facilidad. Porque, desde luego, así como está el mundo laboral ahora mismo, el hecho de penalizar el cambio de trabajo es como penalizar el mismo sistema profesional español. Al empleado, se le debería poder dar la oportunidad de cambiar de trabajo en cualquier momento del año sin pensar en el dineral que deberá pagar a Hacienda el año siguiente porque, lo que se consigue así es tener a un grupo grande de gente que prefiere no trabajar durante unos meses. Además, teniendo en cuenta que la mayoría de contratos que se firman a lo largo de un año son temporales, es muy normal que los trabajadores tengamos varios pagadores.

Según la Agencia Tributaria, los límites para no declarar se encuentran en los 22.000 euros brutos anuales para un solo pagador o para varios pagadores que no superen los 1.000 euros anuales. Si estos varios pagadores superan esa cifra, el límite para no declarar se sitúa en los 8.000 euros. Vamos, que a demás de "precarios", somos pringaos totales.

Veo a Pedro Solbes vendiéndonos a los españoles que el Ministerio de Economía y Hacienda va a inyectar no sé cuántos miles de millones (todo lo que supere cierta cifra se me escapa) para revitalizar la economía, empezando por los 400 euros que se devolverá a los contribuyentes (con contrato) a partir de julio, la ayuda de 210 euros al mes para alquiler de vivienda, a la que tampoco me puedo acoger por estar en el extranjero sin contrato, ayudas a empresarios y a no sé quién más. Pero nunca se le ocurre al Gobierno pensar en los becarios, y menos a los pagados -sin contrato- por el propio Gobierno de España.

Y yo me río (por no llorar) al pensar que los 400 euros que voy a tener que pagar a Hacienda este año por culpa de haber hecho un trabajo en enero por el que me pagaron más de 1.000 euros que, sumado a la dotación de octubre a diciembre de la beca supera los 8.000 euros, va a poder ir a parar al bolsillo del señor Escarrer (dueño de Sol-Meliá), al del "Pocero", al de Angel María Villar o al de cualquier empleado español simplemente por tener un contrato, independientemente del dineral que gane.

viernes, 11 de abril de 2008

Me gusta el fútbol

Como este es mi blog, y hablo de lo que quiero y de lo que siento, hoy voy a volver a hablar de fútbol. De lo bonito y lo justo que es a veces, y de la mierda que es en otras ocasiones. Es lo que tiene ver como un equipo pierde por dos fallos cuando tenía a toda España alucinando con su gesta (hasta Raúl gritaba en las gradas animando a sus rivales en otras ocasiones).

El martes, el Liverpool y el Arsenal ofrecieron uno de los mejores espectáculos que puede dar la Champions. Ayer el Barça volvió a hacer su juego de esta temporada: aburrido y sin ganas, y no hubo pañolada en el Camp Nou porque se clasificaron para semifinales. Y, hoy, el fútbol, ha vuelto a demostrar que puede ser el deporte más injusto del mundo.

Los que somos de equipos pequeños, creo que nos sentimos “hermanados” con otros españoles cuando llegan a partidos importantes. En el caso de los que hemos vivido años de gloria de nuestros equipos, nos debatimos entre la envidia y la admiración por los cambios de ciclo futbolístico. Y, hoy, yo me he sentido azulona, del Getafe, de sus jugadores y, principalmente, de Braulio y Cortés, a los que conozco y han hecho un partidazo los dos.

Pero, la gloria, no les llega siempre a los que se la merecen y el Bayern, en su estilo, se ha llevado un partido que no se merecía para nada. Ni por fútbol, ni por los comentarios hechos por Beckenbauer, ni por su afición, ni por nada de nada. Al final, la experiencia pesa a su favor y los goles en el último minuto, también.
Lo siento, pero hoy me he alegrado (10 años después), de que el Manchester se llevara esa Champions en el Camp Nou, ganándola con la misma medicina que normalmente le da los partidos al Bayern: marcando 2 goles en el último minuto.

Hoy tengo ganas de fútbol en directo, de estar en un estadio jugándome algo. Hoy volvería a ese 22 de abril de 1999, en el Lluís Sitjar y ver otra vez el partido Mallorca – Chelsea (cuando no era el Chelsea de Drogba, pero sí del Chapi Ferrer) de semifinales de la Recopa. Y luego, una semana después, a Birmingham, aunque sea para ver perder al Mallorca su primera final europea contra la Lazio.




(Este video, de la llegada del Mallorca a Palma desde Birmingham, pone los pelos de punta a cualquier aficionado y sé que Juana, Tita, Nacho y Juan Ribas, mis compañeros de fútbol en esa época, también lloran cada vez que lo ven)

Tampoco le haría un feo a la final de Copa del Rey de Valencia en el 98, ni mucho menos a la de Elche del 2003. Pero, igual que eso, ahora mismo me haría feliz saber que puedo ir a ver la final de Champions (y más si es un Liverpool – Manchester), o a cualquier partido de la Eurocopa. Como eso no podrá ser, espero que mis niños del Juvenil lleguen a la Copa del Rey, y que el Mallorca B se vuelva a jugar el ascenso para que, al llegar a Palma tenga mucho Fútbol (con mayúscula) que ver.

martes, 8 de abril de 2008

Los olores reconocibles

Dicen que el olfato es el sentido de los recuerdos y yo lo ratifico, como ratifiqué la definición de Marcel Proust en Por el camino de Swan del retornar a un hecho de tu vida pasada que tenías medio olvidada sólo oliendo a magdalenas recién hechas.
No sé si a los demás os pasa, pero yo tengo un primer recuerdo olfativo muy definido: el olor a puré de los Jardines de Establiments y, si algo me recuerda a ese olor, entonces, me viene a la cabeza cosas de esos dos años de guardería con mis monjas de la Pureza mimándome. Cuando algo me huele al puré de los Jardines, pienso en el cola-cao caliente o la leche blanca sola que nos daban de postre y a las hermanas bajándome a su comedor y dándome cola-cao frío y yogures porque la comida normal no me gustaba. Eso sí, a cambio, yo con mis 3 años, les contaba mi vida y la de la familia.
Además, esos recuerdos no suelen ir solos. El olfato es capaz de llevarme a diferentes escenas dentro de un mismo concepto y por eso es fabuloso. En el caso de los Jardines, me lleva a un día que vimos el arco iris y como todos nos colgamos de la verja para verlo mejor, o a las clases de música con no sé qué hermana tocando el piano y los niños sentados en el suelo, o a mi cuaderno, que sabía que era el mío por los gomets que me habían asignado. No recuerdo si era estrella amarilla, circulo rojo y triángulo verde, pero puedo sentirme dentro de esa clase y ver el armario a la derecha de Francisca (la profe) con todos nuestros cuadernos puestos en orden.
Bueno, pues en Bogotá hay pocos olores familiares, por lo que es complicado transportarme por mi sentido a otra parte. De vez en cuando se percibe cierto olor a chimenea y me sitúo en el casco antiguo de Palma en nochebuena yendo de iglesia en iglesia a escuchar la Sibil·la, o huelo a sopa de ajiaco o de lo que sea y me acuerdo de la “sopa de gallina” del hermano Marí en Pirineos y de todo lo que hacíamos allí.
Pero, ahora, mis padres han dejado en mi casa un olor reconocible y recordable. Ahora, mi pisito de Bogotá huele a su casa de Palma y, esto, me gusta.
Hace una semana que se fueron y, pese a que mi pequeño apartamento de 50 metros ha vuelto a su normalidad (el salón no está invadido de maletas ni Carmen y yo tenemos que dormir entre el sofá y el suelo), la casa sigue oliendo a la de la calle Bonaire número 4 de Palma. Y, ese olor, no es porque lo hayan dejado ellos personalmente, sino que es un olor puesto un poco artificialmente por mi madre.


En Palma siempre hay ramitos por la casa. Normalmente mamá trae las flores de temporada que salen en Esporlas. Pero, también muchas veces compra otras que le gustan. Unas de ellas son los nardos que, para mí, son el olor de casa en otoño. Estando en Madrid, cuando veía varas de nardos, no podía evitar comprarme una o dos que, en las habitaciones de colegio mayor, invadían la estancia y se olían desde el pasillo.
Aquí, en Bogotá, he comprado unas cuantas veces y el martes, antes de irse, mamá y Carmen (no creo que esa fuera una idea que se le ocurriera a mi padre, me sap greu papà), me dejaron una docena en casa. Ahora, cuando salgo del ascensor, huelo a casa y me veo pasando por delante del buró de fuera de la salita, o por el mueble de delante de mi cuarto y diciéndole a mamá “ara m’ha vengut s’olor”. Ahora, a pesar de los 8.000 kilómetros estoy en casa.
Como las flores no duran para siempre, mañana o pasado tendré que retirar el ramo y me iré hasta los puestos de flores a comprar otras también muy de casa: fresias de colorines (fressaris para nosotros) que, con otro aroma, también me trasladarán por unos instantes a casa.

domingo, 6 de abril de 2008

Islas del Rosario

Desde Cartagena, el domingo de Pascua hicimos una excursión a la playa. En principio queríamos una cosa medio exclusiva, a una playa desierta. Pero, por fechas y por el precio excesivo, nos unimos a una visita organizada. Metidos en una patera (real, era com un El Gasa amb 30 persones), nos dirigimos hacia las Islas del Rosario. Así como el agua de Cartagena es marrón y no apetece bañarse, en las islas es diferente. Allí se nota que estás en aguas caribeñas, la arena es blanca y el mar caliente.


Pero, antes de llegar a la playa, nos paramos en un acuario que se encuentra dentro del mar. Tiene jaulas para los peces, tiburones, delfines y tortugas. Pero todos los animales nadan en aguas naturales. El sitio en sí no vale mucho la pena, pero para mí, ver animales siempre es algo que me gusta, así que disfruté más que los niños que venían con nosotros.


De allí, fuimos a la isla de Barú donde comimos y nos bañamos en Playa Blanca. La playa en sí es muy bonita y enorme. Pero era complicado bañarse sin chocarse con algún local. Nosotras conseguimos, andando un poco, ir hasta una zona menos ocupada y allí sí disfrutamos de nuestro baño caribeño.