En el caso del cielo mallorquín, hay infinidad de cuadros que muestran una bóveda multicolor, destacando los tonos morados y amarillos jugando con toda la paleta de intensidades. Alguien que no conoce la isla, puede pensar que el dibujante quería transmitir una sensación que puede ir desde el romanticismo más cursi al catastrofismo más puro. Pero, la realidad es que Mallorca presenta ese cielo y es una muestra clarísima de que la naturaleza es mucho más creativa que el hombre o la mujer más imaginativo.
Castell de Bellver visto desde Es Baluard
En otoño, estos cuadros naturales se repiten con asiduidad. Las variaciones constantes del tiempo en esta estación propician unos movimientos de nubes, unos cambios atmosféricos y unas condensaciones de agua en la atmósfera que favorecen la proliferación de estos espectáculos naturales que duran horas y a su vez, a medida que pasan los minutos, van cambiando como las figuras en un caleidoscopio.
El cielo visto entre un arco del Castell de Bellver
Últimamente, he podido ver el cielo de diferentes maneras. Siempre impresionante y siempre recordándome por qué no podía ser feliz en un lugar sin cambios de estación, con pocos días de sol y con mucho pero que mucho gris sobre nuestras cabezas.

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