Una imagen en mil palabras. Así se llama el concurso en el que participé con las mil palabras que dejo a continuación y que me inspiró la foto que acompaña al texto. No gané, pero ahora lo dejo aquí, para quien quiera leerlo...
Varada en la arena del puerto inicias tu aventura hacia esta nueva vida. Tus costillas, ya salen de las cuadernas, como dos ramas simétricas que crean el esternón que protegerá a los marineros y dará estabilidad en la navegación. Huesos construidos con maña, provenientes de esa madera tan nuestra y que se adaptan a marchas forzadas al mar. Estás creciendo desde dentro, creando la protección y soporte de todo lo que serás y ampararás los órganos más importantes que latirán en tu interior: el patrón y los marineros.
Nunca pensaste, siendo sólo un árbol, que serías capaz de dejar el bosque, de transformar tus cualidades para flotar, para surcar el Mediterráneo empujada por los vientos y por el embiste del motor. Dudo siquiera que pudieras imaginar el dejar de mover tus ramas al son del viento para acompasar tu movimiento al vaivén de las olas.
Cambiarás de danza y de música de fondo. Los cantares de las aves, los croares de las ranas y la armoniosa melodía de los insectos dejarán paso al sonido de los caballos del motor situado en tu popa. De vez en cuando, una manada de delfines pasará rozando tu proa mientras sus voces dan ritmo a tu marcha y te acomodarás al sonido y vibración de las poleas subiendo y bajando las redes.
Tu copa ya no da sombra, ni bajo tu tronco crece la verde hierba, ni tus raíces descienden tierra adentro en busca de agua y alimento. En breve tendrás toneladas de líquido salino sobre el que apoyarte y tu buena relación con el mar será fundamental para emprender esta nueva vida.
Será todo un cambio. Un cambio de uso. Un cambio de hábitat y una nueva aventura que tendrás que superar.
Las manos del artesano lijan las maderas para no dejar ni un asta suelta que pueda suponer un problema. Las maderas que te recubrirán se impermeabilizan dentro del taller y los planos que hace años necesitaba el astillero, ahora se encuentran dibujados en su cabeza y todos sabemos que no habrá ni una rendija entre tus lomos que pueda dejar paso a la entrada de agua indeseada.
Ya colocada tu estructura, como un bebé creciendo en el vientre de su madre, vas adquiriendo la forma de barca que te hará navegar durante años. En esa posición privilegiada que da ser construida en el astillero del puerto, contemplando las embarcaciones ya terminadas y oliendo el mar te acostumbrarás a lo que será tu vida dentro de muy pocos meses.
Las gaviotas se posan sobre ti, intuyendo el olor a pescado que en breve adquirirá tu cascarón y viéndote como una fuente de alimento fácil de conseguir. Los crustáceos que se pegarán a tu fondo te intuyen desde la orilla y los peces que capturarás crecen sin tener constancia de tu construcción.
Aunque faltan semanas para que tengas tu forma final, los que pasamos a tu lado también podemos imaginar las redes ocupando la borda y la emoción de tu dueño saliendo a la mar por primera vez. No te asustes cuando rompan una botella de cava en tu proa ni cuando notes el agua fría acariciándote. Todo eso serán buenas señales. Significará que ya has conseguido tu nuevo objetivo: ser una barca de pesca.
Serás el sustento para una familia. Arrastrarás las redes que pescarán rapes, merluzas, gallos, lenguados, calamares y alguna gamba que serán comidos por muchas personas. También morralla, que servirá de base para algún buen caldo de sopa o paella. Esperarás paciente durante los días de descanso, durante las horas de la noche en las que ocuparás tu embarcadero. Verás a gente pasar y pasear por la dársena que te compararán con otras embarcaciones. No te preocupes tampoco. Unas serán consideradas más grandes y bellas, otras más viejas y pobres. Pero todas tenéis vuestra función.
Los días de faena, te esperarán ansiosos a tu llegada a puerto. Cada día sorprenderás con más o menos pescado. Pero siempre habrá alguien esperándote en el amarre para comprobar cuánta captura traes. En la lonja se subastará tu trabajo y en casa de tu patrón y sus tripulantes agradecerán o maldecirán la productividad de esa jornada. Pero, por muy malo que haya sido el día, volverán. No te dejarán.
Algún día llevarás a los niños a pasear. Los 16 de julio te engalanarán para portar y pedir protección a la Virgen del Carmen, tu patrona. Puede, incluso, que llegue un momento en que te cambien tu funcionalidad inicial. Pero, ante todo, nunca olvides ver el mar como el medio para tu libertad.
Nunca te sentirás lejos de casa, porque tu casa será el agua salada. No importa el mar o el océano que surques porque sabes que cualquiera te puede llevar al puerto donde naciste y al que entraste por primera vez en contacto con tu nuevo hábitat.
Los días de buenaventura serán incontables y las capturas serán numerosas. Días de buena mar, con sol y calma en los que las diez horas de faena serán como un agradable paseo. Pero cierto es que tampoco estarán ausentes los días tormentosos. Las olas entrando por proa, babor o estribor que harán demostrar tu capacidad de escorarte sin volcar. El miedo se apoderará de todos, de los que van sobre ti y de los que se han quedado en tierra. Pero serás capaz de superar las peores tormentas y de volver sana y salva a puerto.
Tu capacidad será máxima. Tu trabajo será reconocido. Te someterán a constantes cuidados, a limpiezas de casco, a embellecimientos de la cubierta, a cambios de motor y de instrumentos de pesca. Pero esas costillas que ahora te vemos seguirán hasta que aguanten. Hasta que la vejez, el uso y la acción del mar les dé una merecida jubilación y te haga reposar otra vez sobre la tierra o, en el peor de los casos, sobre el fondo marino. Allí, en cualquiera de esas dos partes, tu madera se deshará y tú volverás a descansar sin moverte más del suelo.