martes, 22 de enero de 2008

Eva (Quito) en Bogotá

Bogotá cambia mucho de verla un fin de semana sola a hacerlo con visitas. Por esto, este fin de semana ha sido, para mí, el mejor desde que llegué a esta ciudad. Normalmente los fines de semana hago pocas cosas y, la mayoría, sola. Pero, el viernes llegaron Eva Paíno desde Quito, Elena, la prima de Lucía y su compañera azafata de Iberia, Isabel y, por primera vez en casi cuatro meses nos juntamos cinco mujeres para hacer cosas.

El viernes Eva y yo hicimos más bien poco porque llegamos a casa del aeropuerto sobre las 10 de la noche. Fuimos a cenar al Crepes y nos pusimos al día de las cosas que nos pasan a nosotras y de los cotilleos "internacionales" que conocemos.

El sábado, la cosa cambió, y nos adentramos en Bogotá. El día, como para hacerme un poco más feliz, acompañó y disfrutamos de sol casi todo el tiempo. Por la mañana subimos en funicular a Monserrate, vimos la ciudad desde las alturas y paseamos por el recinto del santuario. Luego, bajamos en teleférico y continuamos nuestra visita por la Candelaria, Plaza Bolívar, Palacio Presidencial, Catedral...



Para comer, encontramos un "rinconcito de paz" dentro del bullicio capitalino y allí estuvimos un buen rato, comiendo y charlando y no oyendo más que a las palomas que se bañaban en una fuente cercana a nuestra mesa.




Por la tarde, y después de tomarnos el reglamentario café en el Juan Valdez, continuamos por el museo Botero y el de la Moneda. Ambos son muy interesantes y están en el mismo edificio: una antigua hacienda colombiana muy bien rehabilitada.




Antes de volver a casa para descansar un poco y salir a cenar, paseamos por unas callejuelas de casas de mil colores hasta llegar a la plaza más hippie de toda la ciudad.



Para cenar, habíamos reservado mesa en el Club Colombia, un sitio hiper chic en el que no nos atrevimos a tomar más que una cerveza y hacernos una foto en plan modelos colombianas. De allí, y camino a otro sitio, nos encontramos con un italiano bastante decente y nos quedamos allí.


El domingo, como si todas fuéramos azafatas de Iberia desayunamos en el Hotel la Fontana, una preciosa edificación, enorme y de bastante nivel. En el bufet, como desesperadas, las tres expatriadas nos lanzamos a la tortilla de patatas que había.

Del hotel fuimos a Usaquén a gastar pesos y pesos en el mercado de las Pulgas. Allí Eva comprendió que esta ciudad te invita al consumismo extremo. Y es que, si una cosa tiene muy buena Bogotá son los artesanos y diseñadores-artesanos que realizan sus piezas únicas o por encargo a buen precio.

Después de comer y pasar un rato en casa de Lucía, tocó volver a casa para despedir a Eva y terminar un muuuuuuy buen fin de semana.

1 comentario:

Eva dijo...

El finde genial y la compañía mejor, así ya te han dado ganas hasta de quedarte un poco más, a qué si?
Pásalo bien por Medellín!!

Besos desde Quito