martes, 25 de marzo de 2008

Cabo de la Vela

Tras más de 10 días desconectada del mundo bloggero, no me queda otra que actualizar este diario con todo lo que hemos hecho la familia Alemany Morell en Semana Santa.



En esta ocasión, el destino del viaje fue el norte de Colombia: la Guajira, Tayrona y Cartagena de Indias. Tres destinos totalmente diferentes y que demuestran que el país tiene una riqueza natural e histórica enorme.

El sábado 15 cogimos un avión hacia Riohacha, la capital del departamento de la Guajira, allí comimos y nos dirigimos en un 4x4 hacia el Cabo de la Vela. El camino hacia allí es espectacular. Empieza con una vegetación pobre de arbustos y matorrales hasta que desaparece convirtiéndose en un amplio desierto junto al mar. Las carreteras por allí son escasas y durante una buena parte del trayecto fuimos sobre la arena de la playa.



La llegada al Cabo es diferente a la de cualquier otro sitio. Allí ves la inmensidad y te sientes en medio de la nada. Miras hacia un lado y ves mar y, hacia el otro, desierto, algunas cabras y poco más.

En la Guajira habitan los wayúu, los indígenas más numerosos tanto en Colombia como en Venezuela y que cruzan las fronteras sin ningún problema. Es más, en la Guajira, el contrabando de productos venezolanos está a la orden del día y nadie pone freno a las gasolineras ilegales que te llenan el depósito con bidones y mangueras, o a los mercados en los que el ketchup llega en botes enormes desde el país vecino.




En el Cabo nos quedamos dos noches en una cabaña sobre la playa, sin más pared que unas cañas por las que entraba arena y bichos. Pero la sensación de estar allí es como la de estar en un paraíso de hace décadas. En toda la zona no hay más luz que la que da la planta eléctrica entre las 6 y las 10 de la noche, por lo que a esa hora prácticamente ya dormíamos y amanecíamos temprano viendo el mar.




La zona es un destino muy apreciado por los amantes de los deportes náuticos que precisen viento, pero a nosotros nos impresionó por sus playas de arena desértica, prácticamente vacías, por el pescado, la langosta y los camarones que comimos (después de casi 6 meses en Colombia he agradecido una semana entera comiendo pescado).



Después de esas dos noches, otras 4 horas de coche hasta Riohacha, comida, compra de un bolso típico y otras 2 horas en colectivo hacia la zona de Tayrona.

1 comentario:

Anónimo dijo...

MUUUUUUCHA ENVIDIA! Y muy poco sana, ya te lo digo! Lluca menos mal que has escrito, nos tenías muy preocupados, yo ya pensaba que habían secuestrado a la familia Alemany Morell al completo! Me alegro que esteis bien y disfrutando tanto, un beso a los cuatro!
María