lunes, 10 de marzo de 2008

Villa de Leyva

La “family” ya está en Bogotá. Llegaron el pasado martes por la noche y, después de dar vueltas por la ciudad solos el miércoles y jueves, el viernes nos fuimos todos juntos a Villa de Leyva.



Este pueblecito situado a 4 horas en bus de Bogotá conserva todo el encanto de las villas coloniales, con calles empedradas, casas blancas de tejados a dos aguas, balcones verdes y tranquilidad total. Allí hay poco que hacer, y en unas horas se ve todo el pueblo, todos los museos y las iglesias. Pero, alquilando un taxi, a caballo o en chiva, se pueden visitar otras poblaciones y otros puntos de interés de la zona.



Así que, el sábado por la mañana, después de visitar el mercado (creo que éramos los únicos extranjeros allí), pedimos un taxi y nos fuimos de ruta por la zona.




La primera parada fue en Pozos Azules, unas balsas de agua en medio del desierto que nunca se secan y que tienen unos colores vivos entre azul y verde producidos por los minerales que tienen.





Tras un paseíto y 5 minutos más en taxi, llegamos al fósil, un pequeño museo en el que se pueden contemplar diferentes fósiles encontrados por la zona, entre los que destaca un kronosaurio de 20 metros de largo y antepasado de los cocodrilos actuales. Es llamativo ver como el área en la que se encuentran estos fósiles era fondo marino hace cientos de millones de años y, ahora, forma parte de la cordillera andina y está a más de 2500 metros de altitud.




La tercera visita fue en el “Infiernito”, un centro astronómico de los Muiscas (cultura indígena colombiana que habitó la zona desde el siglo VI a.C hasta la conquista española). Situados en el jardín del centro de investigación, pueden observarse fragmentos del observatorio y monolitos fálicos de todos los tamaños erigidos como símbolo de la fecundidad.




Para terminar el recorrido, nos fuimos al pueblo artesanal por excelencia: Ráquira. Allí, sus calles sólo tienen tiendas con artesanías típicas de Colombia, principalmente piezas de arcilla, bolsos, hamacas y móviles de techo. Carmen y yo nos compramos una hamaca cada una para las terracitas de nuestras casas y volvimos al taxi.




Por último, antes de volver a Villa de Leyva, paramos a comer en un sitio típico de fritanga, donde nos dieron papa criolla, longaniza, carne, chicharrón, yuca, plátano y no sé qué cosas más.


Todo, y cuatro bebidas, por el módico precio de 2,5 euros por cabeza.

Hoy, se han ido a Medellín hasta el jueves, y el sábado retomaremos nuestros viajes por Colombia yendo a la parte norte del país: Guajira, Tayrona y Cartagena.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

M'he emocionat en veure fotos d etota sa family!
Disfrutau molt d'aquest meset i pensau un poquet amb jo que vos heu deixat a espanya a sa vostra filla-germana adoptiva sense adonar-vos!
Un besote molt fort!
Margalida.

Anónimo dijo...

Ah! con respecto a esta entrada, se me había olvidado decirte que Alejo y yo también estuvimos en el cementerio Muisca... un auténtico campo de nabos!
María