miércoles, 12 de diciembre de 2007

Antes de salir hacia Rio

5-12-2007. Aeropuerto El Dorado. Bogotá

Yo me considero europea 100%, no ya española, porque creo que el gentilicio “europeo” define mejor a lo que me refiero. Es más, creo que, sino fuera por el frío y la falta de sol, yo sería feliz en Suecia, Finlandia o Noruega. Pero, la lotería ICEX me ha traído a la zona complicada en competitividad (supongo que en África es peor y que el problema del idioma no ayuda mucho en Asia). Cuando te dicen que tu destino es América Latina piensas: “bueno, al menos la barrera cultural e idiomática está salvada”. Primer gran error. Pese a que hablamos el mismo idioma, la forma de comunicarse no es la misma.

No hablo de las palabras ni de las expresiones diferentes. Hablo de la manera de comunicarse. Y, aquí, choco con el colombiano.

Colombia se está abriendo y modernizando, pero esa manera de llamarte “señora” o “su merced” se me hace de Amor en Tiempos Revueltos y me incomoda sobremanera.
Otra cosa que no puedo soportar es que me hablen mirándome a los pies, como me ha hecho Diana Esperanza en la facturación de mi mochila de 9 kilos (creo que nunca había viajado con tan poco peso) y que, ahora mismo, debe estar en el “almacén de las maletas de pasajeros bordes” para ser llenadas de droga.

A mi, que siempre me han gustado los aeropuertos, no tanto como a Paola, que quedaba para tomar cafés en Barajas, y que hoy era la mujer más feliz del mundo, llegar a El Dorado me ha puesto de un mal humor tremendo. Entre el taxista-camello suicida, que no ha respetado ni una sola señal de tráfico en todo el camino y los de Varig, han conseguido sacarme toda la felicidad de encima.

Menos mal que mañana me recuperaré tomando el sol en Ipanema...

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