En mi primer viaje al hemisferio sur y a unos 9000 metros sobre el nivel del mar, estoy viendo el cielo estrellado por primera vez en dos meses.
Bogotá, pese a que su eslogan dice que está “2600 metros más cerca de las estrellas”, es una macro ciudad de 8 millones de habitantes tan contaminada que impide ver los astros de noche. Algún día, y con una gran emoción, hemos podido ver Orión o Casiopea, pero esas noches despejadas en las que el cielo se abre son, también las más frías.
Se supone que si en Río se dejan ver las estrellas, el firmamento se ve diferente, igual que las estaciones (ahora es verano) y el girar del agua en el lavabo. Ya lo experimentaré dentro de unas horas...
Cuando hemos subido al avión, uno de los azafatos (sólo hay una mujer en la tripulación y es la que baja la media de edad), ha “flitado”. No sé si lo hacen en todos los vuelos o sólo en los provenientes de Colombia. Pero, entre esto y el control de mi pasaporte de vacunas, me he sentido un poco “apestada”.
Bueno, dentro de media hora, más o menos, llegaremos a Manaos, donde mis miedos me dicen que no me va a dar tiempo de pasar el control de pasaportes, recoger mi maleta, volver a facturar y no perder el avión. Ya veremos...
Pues sí, me dio tiempo de hacerlo todo y, encima, tuve que esperar porque el vuelo de Manaos a Río de Janeiro (con parada en Brasilia) tuvo una hora de retraso y salimos a las 3 de la madrugada. Por cierto, Manaos, que está en medio del Amazonas, tiene un nivel de humedad descomunal, incluso de noche.
2 comentarios:
Lluca! con tanta humedad no se te debe ver la cara por el pelo! Me he reido mucho con lo de que han flitado el avión. Yo te digo que cuando aterricé en Buenos Aires volviendo de Bogotá no flitaron ni nada...
Y durante Río, ¿cómo fue? Cuenta cuenta, ¿cuántas cosas hicísteis?
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