domingo, 3 de febrero de 2008

Tarde de fútbol y cena entre juguetes

Para que yo sea feliz me bastan pocas cosas. Ir al fútbol es una de ellas. Por eso, ayer fue uno de esos buenos días. Nos juntamos cuatro españoles: Albert (becario EFE), Pablo, Rafa y yo y nos fuimos al Campín a ver perder a Millos contra Medellín. En principio teníamos que ir con un colombiano, pero pasó de nosotros y decidimos que ya que era el plan organizado, no íbamos a quedarnos sin ir.


Para mí era la segunda vez que iba al campo y han sido dos partidos muy diferentes. El primero fue la semifinal de la Copa Nissan Sudamericana y el estadio estaba lleno. Ayer, el primer partido del torneo de verano, debía haber media entrada. Eso sí, a pesar de haber menos gente, los “barras bravas”, los ultras en Colombia no dejaron de animar.





El partido fue malo, bastante aburrido. Pero Jonathan Estrada, el jugador que quiero para el Mallorca, volvió a ser el mejor entre los 28 futbolistas que pisaron el césped.

Al terminar el partido, y con la derrota 1-2 de Millos nos fuimos a cenar todos. Lo bueno de ir a ver un partido en el que no te pones nervioso por el resultado es que luego puedes ir a cenar, salir o hablar como si nada hubiera pasado.





El sitio que elegimos se llama “La Juguetería” y es un restaurante muy peculiar. El local, las mesas, los baños y el aparcamiento están recubiertos de juguetes viejos. Los platos se llaman como los personajes de cuentos más conocidos y te cambian tus juguetes por bonos de comida.





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