miércoles, 23 de abril de 2008

Museo del sitio Inti-Ñan


A la salida de la Ciudad de la Mitad del Mundo se encuentra un museo muy interesante sobre las diferentes culturas indígenas ecuatorianas y sobre las propiedades de la línea ecuatorial. Entre las atracciones, pueden verse reproducciones de las casas indígenas en las que hay artículos usados por ellos, así como la vestimenta prehispánica y la que les impusieron los colonizadores.

Es un museo interactivo, en el que puedes probar de disparar con una cerbatana amazónica de más de dos metros (imprescindible ponerse las plumas en la cabeza). Puedes entrar en las casas y entender, en definitiva, un poco más la vida de los habitantes de estas tierras. Pese a lo que pueda parecer, muchas de las casas de los indígenas representadas en el museo siguen siendo iguales en la actualidad.



Además de las casas, en este museo se encuentra la línea del Ecuador calculada con GPS y, como hacían los antiguos habitantes del país, apuntamos nuestros pulgares (se supone que la parte del cuerpo que capta más energía) hacia el sol para que nos llenara.

Para demostrar las propiedades de la línea, la guía que nos mostró el museo realizó una serie de experimentos. Pese a lo que diga Grego sobre que el Ecuador no tiene la fuerza suficiente para poder cambiar cosas, yo estaba allí y vi que pasaban cosas raras.


En el Ecuador, además de pesar un poco menos, no tienes la fuerza que tienes en otras partes y, sobre la línea, es fácil que te superen, que coloques un huevo sobre un clavo o parecer una borracha intentando caminar en línea recta con los ojos cerrados. Yo sigo sin entender cómo se puede demostrar la fuerza de Coriolis que es, realmente, debido al punto de referencia en el que hacemos la observación. Estando en el hemisferio norte, el agua al irse por un desagüe va en sentido anti-horario, mientras que en el sur es horario. No sé muy bien cómo consiguen que esas cosas se vean con sólo dos metros de distancia entre un punto de prueba y el otro. Pero yo lo vi.





La mañana en el museo fue, sin duda, muy entretenida. De allí volvimos a Quito, comimos, pusimos la denuncia del robo a Eva y fuimos al mercadillo a comprar unas cosas.

Por la noche, cena con unos amigos españoles de Eva de la AECID y a dormir, que a las 4:15 sonaba el despertador para ir al aeropuerto.

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